Desde las primeras horas de esta tarde, la Soledad de Santiago navegará en el incienso de la nave central de su Parroquia, acompañada por filas de hermanos, que entre el eco de otros pregoneros, llenarán con la inmensa letanía de sus miradas, el negro vacío de los ojos de María.

“Qué dulzura se escapa de tu pena,
qué ternura se esconde en tu mirada.
En tu frente, gravita iluminada
esa ofrenda inicial de la patena”.

Y mientras el rayo de sol que todos los años se cuela furtivamente en el templo, consigue por fin iluminar su rostro, cientos de capirotes negros, en silencio, velarán el dolor del aire en el que ya se presiente el aroma de la primera saeta.

Cae la noche de Lucena,
silencios de eternidad
tú eres socorro en mi pena
¡Virgen de la Soledad!

VIGO AGUILERA, JOSÉ ANTONIO, Pregón de Semana Santa de Lucena 1998, Agrupación de Cofradías, p. 62.

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