La noche de junio, corta y cálida, nos trae al alba cantes andaluces populares.
Tras la misa de romeros las carrozas engrandecen la comitiva romera, dando un toque de color, alegría y belleza a la mañana tristemente herida por la despedida arecelitana.
No queremos tu partida, Señora, pero, en el fondo, la consideramos necesaria.
Tus hijos somos así. Necesitamos ver como te alejas hasta tu Santuario. Añorarte todos los días. Necesitamos peregrinar hasta tu altura serrano durante todo el año y echarte de menos. Llorar la falta de tu presencia cuando entramos los días posteriores a tu romería en esta parroquia. En esos días del fin de la primavera San Matero se nos presenta si Ti, helada, oscura y lejana. Sólo el calor amoroso y eucarístico del sagrario nos consuela y reanima.
Es impresionante el vacío que dejas en Lucena. Tu pueblo, alcaldesa perpetua, necesita rezarte ante la visión, en la lejanía, de tu blanco santuario, el faro de tu cima o las luces que alumbran tu divina morada terrenal. Soñarte todas la noches que dure la larga espera hasta el día de tu vuelta, el penúltimo domingo de abril.
Araceli, Tú lo eres todo para Lucena. La ciudad está contigo, bendita Tú entre todas la mujeres lucentinas, de las cuales eres orgullo y ejemplo; así como, también todos, proclamamos bendito el divino fruto de tu vientre: Jesús, y que viva por siempre.
Antonio José Prieto Gómez, Pregón de las Glorias de María Stma. de Araceli 1994.
Foto: Paseíllo-Antonio Bergillos
