Siesta nublada de un Viernes Santo cualquiera donde la mañana azul se ha tornado a un dramático color. El cielo parece desplomarse sobre el viejo tejado de la Capilla cuando la espadaña de San Pedro hiere la etérea panza de las nubes y una ligera lluvia refresca las piedras del Llanete. La ciudad está sumida en el descanso, se ha deshecho el amargo encanto de la madrugad y las calles se nos presentan vacías, en soledad.
Ya está la Cruz vacía en mitad del Llanete. Procesión de punzante respeto donde escuchar los ecos de las siete palabras, ocultos los altares tras paño de luto.
Que lloren en tiniebla los ángeles del cielo,
y querubes niños, ungiendo aires de incienso,
con sus cantos más tristes, apaguen los luceros.
Que lloren cal y piedra, y bóvedas del templo,
que lloren percalinas de capirotes viejos,
poniendo en tu Capilla los crespones más negros.
Que se arrastre llorando el palio de respeto,
y estremeciendo la tarde con sones de duelo
redoble el tambor, y rompan aires los plumeros.
Que amarren nubes blancas los santeros,
almohadillas blandas al varal de su cuerpo,
que a las tres de la tarde ha muerto el Nazareno.
CRESPILLO GUARDEÑO. A, Pregón de Semana Santa de Lucena 1999, Agrupación de Cofradías, pp. 61, 62 y 63.
Imágenes de la tarde del Viernes Santo (tarde) en Lucena 2024:
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