Tercer día de Septenario en honor a Ntra. Sra. de los Dolores "Servitas"

30 de Marzo del 2020

La Cofradía del Stmo. Cristo de la Humillación y Ntra. Sra. de los Dolores "Servitas" continúa con la celebración del Ejercicio del Septenario, en honor a su titular mariana.

En estos tiempos y circunstancias que estamos padeciendo, la oración debe ser pilar fundamental de nuestra rutina, debe ser consuelo, para quienes se hallen desesperados y fuerza, para el que padezca enfermedad. La junta de gobierno y su cofradía, dedican un Solemne Septenario a su amantísima titular, Nuestra Señora de los Dolores "Servitas", para pedirle por su divina intercesión y nos libre de todo mal.

A continuación, se pondrá detalladamente cada una de las oraciones y lecturas que componen tan sacro ejercicio.

TERCER DÍA DE SEPTENARIO

En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.


ACTO DE CONTRICIÓN: Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo de todo corazón, me pesa haberos ofendido, también me pesa porque podéis castigarme con todas las penas del infierno, ayudado de vuestra divina gracia, propongo nunca más pecar, confesar, y cumplir con la penitencia que me sea impuesta. Amén.


ORACIÓN PREPARATORIA: Señor Dios nuestro que dispusiste misericordiosamente que la santísima Virgen, tu sierva, fuera madre de Cristo y colaboradora en su obra de redención, concédenos que, a imitación de nuestra señora, seamos siempre fieles testimonios del Evangelio, y dediquemos la vida a la salvación del hombre.


MEDITACIÓN: Tercer dolor "El niño Jesús en el templo" (2: 41:51):

"Los padres de Jesús subían todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, fueron allá según era la costumbre. Terminada la fiesta, emprendieron el viaje de regreso, pero el niño Jesús se había quedado en Jerusalén, sin que sus padres se dieran cuenta. Ellos, pensando que él estaba entre el grupo de viajeros, hicieron un día de camino mientras lo buscaban entre los parientes y conocidos. Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando lo vieron sus padres, se quedaron admirados.
—Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? —le dijo su madre—. ¡Mira que tu padre y yo te hemos estado buscando angustiados!
—¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa[a] de mi Padre?
Pero ellos no entendieron lo que les decía.
Así que Jesús bajó con sus padres a Nazaret y vivió sujeto a ellos. Pero su madre conservaba todas estas cosas en el corazón."


San Lucas es el único de los evangelistas que incluye este episodio en su obra. Destinado a afirmar su filiación divina y la supremacía de Dios sobre la de sus padres, es la primera vez que Jesús va a Jerusalén y también la primera vez que toma la palabra –todavía siendo un niño- en el tercer evangelio. La preocupación de María y de José es honda al comprobar que no se encuentra entre la caravana. Tal es así, que deben abandonar la comitiva y regresar a Jerusalén en su búsqueda. José y María sienten la responsabilidad de ser padres; el remordimiento de haber sido demasiado confiados; la pena de no saber dónde se encuentra su hijo; el temor de que haya podido ocurrirle algo malo; la angustia de contemplar la posibilidad de no haber sido fieles a la misión que Dios les había confiado y haber fallado en el cuidado de su Hijo. Cualquier padre o madre puede entender fácilmente lo que ellos debieron sentir en esos días. Un sufrimiento más para María, un nuevo dolor que le trae el amor a Dios, el deseo de ser fiel a su voluntad y la unidad de su vida con la de su Hijo Jesús. El amor conlleva un componente de sufrimiento que es inherente al propio amor; así sea el amor al mismísimo Dios. Y en la Virgen María no va a ser una excepción. El amor por su Hijo, en todas las etapas de su vida, ya sea en la infancia, en la juventud y en la adultez, se va a manifestar también en ese aspecto de dolor y padecimiento.
 

PETICIÓN:  ¡Oh María humilde sierva del Señor ¡, que te has dejado invadir de la dicha prometida por tu Hijo a cuantos cumplen la voluntad del Padre, ayúdanos a ser dóciles a la voluntad de Dios y a aceptar en nuestro camino la cruz, con el mismo amor con el cual tú la has aceptado y llevado. Amén.
(Pidamos por la intención que se desea alcanzar. Rezamos un padrenuestro, tres Avemarías, y un gloria).


ORACIÓN FINAL: Señor, tu que has querido que madre compartiera con nosotros los dolores que sufrió al pie de la cruz, has que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

Foto: paseillo.es


GALERÍAS FOTOGRÁFICAS

GALERÍAS DE VÍDEOS

GALERÍAS DE AUDIOS