Soy un viento de vieja crianza
que a través del cornetín
vengo a postrarme ante Ti
para rendirte honores de ordenanza.
Déjame acompañarte,
Glorioso y Divino Adalid,
déjame ser tu estandarte
permíteme guiarte
por las calles en las que nací.
Suelta de la mano el ronzal
de tu humilde montura
que yo la llevare con dulzura
tras mi voz de metal.
En el alma de este pueblo
tengo principio y origen
casi dos siglos, según dicen;
soy viento de tierra adentro.
Conozco bien estas calles
y a sus gentes, pierde cuidado,
que me han nombrado tu heraldo
y por eso salgo a tu encuentro.
Quiero que veas de mi mano
como Lucena te está esperando,
con sus palmas agitando
a Ti, Hijo de David.
¡Hossana! dicen a tu paso,
¡Hossana! por llanetes y plazas,
¡Hossana! por balcones y terrazas,
¡Hossana! a Ti, Rabí.
Veras la gloria de esta tierra
entre olivos y azahares
y gente de todos los linajes
esperando al Hijo de María.
Te abriré todas las puertas
con la llave maestra de mi voz
y a mi llamada abrirá veloz
aquel que antes no lo hacía.
Quiero mostrarte la travesía
por donde discurrirán tus pasos,
donde los corazones mansos
esperan todo un año.
Te enseñaré la Plaza Nueva
Las Torres, El Agua, La Capilla
las calles de esta villa
que guardan su sabor de antaño.
Pero en mi exhalación
no todo es júbilo y alegría
pues ha de cumplirse la profecía
del Oráculo de Simeón:
“Serás para muchos en Israel
como una bandera discutida
puesto para su elevación y caída
y como señal de contradicción”.
Sabed Señor, que están prestos
los que en la noche han de venir
con la pretensión de hacerte sufrir
dolor y darte martirio y muerte.
Tened por seguro, Jesús mío,
que no traigo en el ánimo intención,
por grande que sea la sugestión,
de abandonarte a tu suerte.
No puedo lavar el baldón,
la mancha que te agravia,
solo puedo, desde las gavias,
que adornan la población,
demandar y pedir tu gracia
suplicar tu clemencia
implorar tu indulgencia
y alcanzar tu perdón.
Soy un grito descarnado
por los latigazos de un sayón
y la indiferencia de un soldado.
Soy el peso de la cruz,
hecha de los pecados
de este pueblo andaluz.
Soy una urna de cristal
que seis ángeles van llevando,
mientras van llorando lágrimas de metal.
Soy un lamento a los hermanos,
una trompeta de Jericó.
Como ves no soy un viento ufano
no soy vil, carnal o profano.
Soy un faro en la tormenta,
soy el guardián del ocaso
y el centinela de la aurora.
Soy el canto que de la pena aflora
y que al alma de dolor traspaso.
Soy guion, bandera y enseña
marrón, morado, cardenal y albo.
Tengo por nombre Torralbo
y soy de Lucena, para más señas.
REYES ÁVILA, FRANCISCO JAVIER, Pregón de Semana Santa de Lucena 2017, Agrupación de Cofradías, pp. 47, 48 y 49.
Galería del Domingo de Ramos en Lucena 2018:
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