Imaginen, pues, que estamos sentados ahora en un banco del Claustro del Convento Franciscano, de los Frailes, como decimos aquí en Lucena. Es un día soleado, espléndido para que la Virgen de la Pasión luzca imponente por las calles de Lucena. Los hermanos de la cofradía ya lo tienen todo preparado para que cuando lleguen las ocho de la tarde se abran las puertas de la Iglesia de la Madre de Dios y comience la Estación de Penitencia. Y ahí, sentado en ese banco, esa mañana de Lunes Santo, este pregonero se acuerda de tantos Frailes como ha tenido la suerte de conocer. Se le viene a la cabeza a Fray Eleuterio. ¡Qué hombre más bueno! ¡Cuánto quería a su Virgen de la Pasión! ¡Con cuánto esmero la vestía! Y Fray Rafael Arcos, un fraile adelantado a su época, ¡Cuántos buenos consejos nos daba a los jóvenes que frecuentábamos el Convento! Fray Guillermo Gragera, mi amigo Guillermo, no hay año que no me llame por teléfono para que me felicite por mi santo. Cuántos buenos ratos hemos pasado en esa bendita casa. Cuánto han ayudado los Frailes, todos los que han pasado por Lucena, en la formación humana de muchas generaciones de lucentinos. Cuanto han influido en mi vida, en mi vida como cristiano y en mi vida como cofrade.

 

 

Fernández García, A., Pregón de Semana Santa 2016, Parroquia de San Mateo Apóstol, (pendiente de publicación).

 

 

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Foto: paseillo.es