Martes Santo Lucentino
pasión y cera fundidas
al son de mis Campanitas
del Amor y mi Servitas,
en la Humillación rastrera.
El vuelo de una paloma
sobre tu faz aletea
y en mi varal de la izquierda
las ilusiones renueva,
recuerdos de viejos cintos
y de “jorquillas” maestras,
de “tomás” todos a una,
y de cadenciosas vueltas,
de juntas imborrables
y de sentidas saetas,
de claveles puestos en precio
en generosidad suprema,
que el de la túnica blanca
a mi corazón despierta,
votándome la conciencia
y recordándome mi afrenta.
Cristo de la Humillación
golpeado por el mundo
azotado por la envidia
desterrado y vagabundo,
consuélame con tu mirada
de redentora pureza,
haz que mi alma esté presa,
de tus heridas prendida,
por ti Servitas confesa
alcance las campanitas
de tu Gloria y tu Grandeza.
Desde el altozano lucentino la virtud de la CARIDAD y MISERICORDIA bajan de su Carmelo a lomos de su pollina.
La renovada archicofradía del Carmen se une en la noche del Martes Santo a prestar intermediación para que Lucena purgue sus pecados de ENVIDIA.
Jesús de la Humildad es icono inmortalizado de la misericordia Divina, su actitud paciente exhala el sentimiento de amor al prójimo, incluso amor a aquellos que nos causen dolor; Jesús nos enseña y nos exige amar incluso a los que nos causen aflicción. Amar a los que nos aman qué merito tiene…
Ser misericordioso sólo con quien nos es cómodo, es simplificar la misericordia exigida a una simple relación de cortesía casi vecinal.
Ntra. Sra. de los Dolores nos marca la pauta de nuestro deber y comportamiento misericorde. Su pausado estacionar cerrando el cortejo, protegida por el negro palio de la bóveda celestial nos rememora pretéritas estampas de nuestra Semana Mayor fijas en nuestra retina, inmortabilizadas en nuestra memoria como eterna esencia del ser lucentino.
Jurado García, J.C., Pregón de Semana Santa 2012, Agrupación de Cofradías, pp. 37 y 38.
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Foto: paseillo.es