¡Qué amarga la pena oscura,
Soledad de Santiago!,
Estando muerto tu hijo,
¿A dónde acuden tus pasos?.
Tu corazón está en la cruz
del monte calvario,
como un puñal libremente,
profundamente clavado.
¿Quien todavía tu alma
con su puntiagudo dardo,
la dolorosa agonía
de Tu hijo bien amado?,
su desnudez lastimosa,
la llaga de su costado,
el arzón del acero
clavando sus pies y manos,
vinagre con la hiel
para sus resecos labios,
y el aire le faltaba estando
en el aire alzado,
y su grito al universo,
¡todo está ya consumado!.
No hubo en tu pecho más
mal tan desconsolado,
cuando pusieron a tu hijo
muerto sobre tu regazo.
¿A dónde vas Soledad
alhaja de Santiago?,
flor triste del desconsuelo
tan amargada en tu llanto,
para aliviar tu dolor
dama del Sábado Santo.
Déja bendita Señora
que pongamos en tus manos,
el presente de la fe
en Cristo Resucitado.
Francisco Zurita Huete (Pregón de Semana Santa, 2014)
Foto: Paseillo